Respeto ante el límite
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En las familias existe la dinámica de que uno lleva algo para otro.

Cuando entonces ése se libera, a menudo otro miembro de la familia se hace cargo. Pero la persona que se liberó -en el buen sentido- no puede ayudar al otro tan fácilmente, sino que tiene que confiar en que al otro se le obsequie una comprensión similar a la que recibió ella.

Es decir, a la solución propia se la toma con humildad. Luego uno espera y tiene la esperanza de que al otro también le llegue algo bueno. De esa discreción resultan más posibilidades para el otro que inmiscuyéndose.

En general vale la experiencia: cuando quiero ayudar a una persona bajo cualquier concepto y cuando a mí me alivia ayudarlo, al otro lo debilita y le impide la solución. Sin embargo, si yo resisto ese fuerte impulso que me aliviaría y si lo reprimo, aún cuando me cueste un gran esfuerzo dominarme, entonces esa fuerza que a mí me cuesta beneficia al otro. Esa forma de retenerme tiene un efecto sanador.

Porque es una forma de retenerme teniendo en cuenta al otro, con amor y con fuerza. Una vez en un grupo un hombre dijo que estaba preocupado por su hijo porque no lograba sostener una relación con una mujer. Le pedí que revisara su alma para ver si con su preocupación el hijo lograba tener más fuerza y más coraje para comenzar una relación, o menos.
Ahí se dio cuenta hasta qué punto su preocupación obstaculizaba el camino de su hijo y lo debilitaba.

EL MANANTIAL NO TIENE QUE PREGUNTAR POR EL CAMINO
Bert Hellinger