Todos pertenecen por igual. De tal manera que cualquier olvidado o excluido será representado por uno más joven. De esta manera el excluido vuelve a pertenecer a través de un descendiente. Su destino trágico se verá compensado por la mirada compasiva, respetuosa y agradecida de algún descendiente adulto vivo.
Los hijos son los pequeños del sistema familiar y su destino es ver a los excluidos que sus padres no vieron, porque estos, a su vez, eran fieles a los excluidos que los abuelos no habían visto.

La reinclusión de los excluidos solamente se produce si el descendiente elige vivir su presente en el respeto de las fuerzas del amor. Es decir desde el Adulto. Sin embargo, el pequeño no tiene esta fuerza adulta que se requiere para vivir su propia vida sin sentimiento de culpa con respeto al ancestro. El niño elige vivir la vida del ancestro en lugar de la suya, provocando más dificultades y sufrimientos para él mismo y los demás vivos.

La Energía (sistema familiar, fuerza del dar y recibir, campo fuente, amor en crecimiento, etc.) avisa del error del que no respeta las fuerzas del amor a través de cualquier comportamiento anómalo, difícil o doloroso. Las constelaciones nos muestran que el amor incondicional de los hijos por sus padres y su sistema de origen es tal que se sacrifican inconscientemente, a pesar del sufrimiento, llevando la carga de los excluidos para que sus padres no la lleven.

La “frase asesina” (Bert Hellinger)

También existe la presencia de una “frase asesina” dentro de la familia: “Tú por mí”, frase en la que uno de los progenitores, sobre todo la madre, transmite su carga a uno de sus hijos. Esta transmisión no es una falta de amor, es una compensación inconsciente de un sufrimiento grave que habrá pasado la madre por su hijo, por ejemplo, al dar a luz a ese hijo. Recordar que en el inconsciente sistémico el más mayor tiene prioridad sobre el más pequeño, y que ese pequeño está al servicio de los grandes.

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