Para equilibrar el daño recibido es necesario devolverlo
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La agresión puede ser repelida por la persona.

De repente, al instante de estar agredida, la persona se siente tan fuerte, o más, que el agresor. Toda su fisiología se ha movilizado para que dé la respuesta contundente que detendrá la agresión. En menos de diez segundos la víctima ataca para defenderse, y su respuesta es siempre algo menos agresiva que el ataque de su agresor, justo lo suficiente para detenerlo, si estaba centrada en el momento del ataque, es decir, presente. Entonces, se miran de igual a igual, ambos con la misma energía asesina, y ambos víctimas del ataque del otro. Se descubren como seres humanos iguales; el agresor está agradecido del amor y del respeto de su víctima, la víctima asumiendo su fuerza asesina y agradeciéndola porque la salvó de más agresión, humilde por haberse transformado como su agresor.

Como dice Bert Hellinger, para equilibrar el daño recibido es necesario devolverlo, pero un poco menos, por amor. Ese “devolverlo” de esta manera, no es algo racional.
Es instintivo si la persona está en su Adulto, conectada al presente y sin ataduras del pasado, sin mala conciencia, sin deseo de venganza ni culpabilidad.

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Autosanacion

La reconciliación es posible si se dan las condiciones siguientes:

➢ La víctima y el perpetrador, cada uno por separado, deciden asumir la realidad de lo que está pasando.
El perpetrador asume lo que hizo, sin paliativos. Acepta mirar el presente, renunciando a su justificación, renunciando a apoyarse en el momento pasado que ahora ha querido vengar. El perpetrador asume las consecuencias del daño que ha hecho y entre ellas la reacción agresiva de la que fue su víctima, que acaba de transformarse en otro perpetrador.

La víctima reconoce el daño sufrido y lo expresa al perpetrador. Observa entonces su enfado creciente y se da cuenta que ella también se ha transformado en perpetradora. Esto le permite ver al perpetrador como otro igual que ella.
Pueden equilibrar el dar y recibir. La víctima deja de sentirse superior al perpetrador, deja de sentirse con derecho a exigir justicia.
Cuando el perpetrador ha visto el dolor de su víctima, decide reparar el daño hecho. La antigua víctima ve el dolor del perpetrador. Nace amor entre ellos dos. La víctima va a poder culminar la reconciliación, agradeciendo al perpetrador ser como es.

➢ Nadie interfiere entre la víctima y el perpetrador.

La reconciliación sólo se puede realizar si ambos, víctima y perpetrador, pueden llegar al encuentro profundo, íntimo, del reconocimiento de la realidad. Ninguno de los dos eligió su destino. Fueron tomados ambos por las fuerzas del amor al servicio de una futura reconciliación, compensando daños, exclusiones y desequilibrios anteriores. Los excluidos y la necesidad de compensar dirigen el inconsciente colectivo y el destino de las generaciones siguientes. La grandeza de los descendientes vendrá de rendirse por amor al destino colectivo. Esa rendición será fuente de una inmensa energía de amor, creatividad y sanación para todos.
Este proceso significa que toda víctima se transforma en perpetrador. El perpetrador adquiere una enorme humildad, fuerza y grandeza, cuando deja de justificarse y refugiarse en el pasado asumiendo el daño presente que ha hecho. Este reconocimiento de la realidad de su responsabilidad le infunde paz humilde, fuerza, creatividad y entrega al servicio de la reparación, es decir al servicio del amor. Se ha transformado en un gran ser humano, en un ser humano más completo. Toda su energía se vuelca ahora al servicio de la reparación.

Uno se hace humano únicamente a partir del momento en que asume un daño que hizo… Por ello, Bert Hellinger dijo:
“La culpa es una fuerza divina. La culpa es la mayor fuente de creatividad.”

Todo perpetrador es una antigua víctima y es fiel a antiguas víctimas de su sistema familiar.
Sigue haciendo daño con la mirada en el pasado. No quiere ver el presente, no quiere ver el dolor que produce a sus víctimas. Y si ve ese dolor, su fidelidad a sus ancestros víctimas le impiden considerar que sus víctimas de ahora son otros seres humanos como él.

En la mayoría de los casos de agresión, la víctima puede decir una frase decisiva para la sanación de ambos, para la liberación del pasado y del futuro de los sistemas familiares implicados:

Ahora me doy cuenta del daño que mis ancestros hicieron a tus ancestros.
Yo soy igual que tú.
Gracias por ser como eres.”

Añadiendo quizás:
“Todo terminó. Todo está pagado.”

Depresión, acoso, bulling, suicidio.
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