Extracto de “Guiado”, primer libro de la Trilogía Tardía
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En realidad, estamos guiados en nuestra vida por una fuerza que nos toma a su servicio, para el beneficio de muchas vidas. Esta fuerza nos extirpa de la estrechez de nuestros miedos y representaciones y nos lleva hacia una amplitud que nos permite crecer, más allá de las fronteras del amor tal como lo conocemos, para superarlas, de modo que acabamos experimentando la creatividad con la que esta fuerza nos va guiando, con constancia hacia lo siempre nuevoque en cada momento se presenta.

A menudo me siento guiado de esta manera, cuando algo espera de mí que mi actuar presente, y las expectativas de otros con respecto a mí, se encarrilen en una dirección que va más allá de mis imágenes y experiencia. 

Os doy un ejemplo. Me despierto un día, en Argentina, en la víspera de Domingo Santo, e intuyo que ahora mismo estaré guiado para escribir un texto. Qué texto, aún no lo sé. De repente, surge un título en mi mente. ¡Me asusta, porque no sé adónde esto me lleva! En esta caso, el título era: El adiós a Dios. Escribí este texto con temor y temblando, ignorando a qué me llevaba esto. Comencé con la primera frase. A partir de ahí fui guiado, de palabra en palabra, sin saber a dónde. Al final, se reveló ser un texto sobre el adiós al Dios de los muertos. 

En Domingo Santo, hablé sobre el tema a más de 250 participantes en el curso, sin referirme a nada concreto del texto. Me atreví a decir que, para nosotros en Semana Santa, se trata sobre todo de nuestra resurrección de la tumba de Dios, de la tumba de aquel Dios que nos atrae hacia los muertos y se manifiesta, a pesar de todo lo que se afirma, como el Dios de los muertos. 

¿Qué pasó luego? Pregunté quién tenía un asunto para ver conmigo, por el cual podría buscar una solución. Muchos alzaron la mano. Escogí a uno de ellos, guiado por un movimiento interno, alguien que no conocía y del que ignoraba todo.
Él me dijo unas generalidades con las que no pude empezar nada. Le propuse pues, constelarse. En aquel momento me vino la idea de posar en el suelo, delante de él, una alfombra enrollada y pedirle pasar por encima.

Con pasos cortos y suma lentitud, se acercó a la alfombra como si fuera una frontera que no se atrevía a traspasar. Se quedó parado a cierta distancia de ella, ojeándola cada dos por tres. Le dije de mirar más allá a lo lejos, por encima de ella. Apenas lo consiguió. En cambio, se arrodilló ante la alfombra. De repente se mi hizo obvio que para él, esta alfombra representaba a un muerto, sobre el cual no se atrevía a dar un paso. Se lo dije.

Le pedí que se pusiera de pie y que diera unos pasos más allá de la alfombra, hacia su futuro. Cuando finalmente lo logró, dio un suspiro hondo. Le pregunté cómo le iba, respondió que muy bien. Lo mandé de regreso a su silla. Más tarde me enteré de que era cirujano y de que uno de sus compañeros, que acababa de operar, se había muerto en la camilla del quirófano. Desde aquel momento, su vida había cambiado, no conseguía superar ese fallecimiento.
Su mujer, presente, comentó más tarde que desde la constelación él estaba como resucitado de entre los muertos.

El texto que había escrito, en la mañana de aquel día, me preparó para la resurrección de entre los muertos, de una manera que no me podía imaginar. Tanto yo mismo como los participantes, fuimos preparados a una experiencia en la que nos sentimos guiados por otras fuerzas, al servicio de la vida, y esta experiencia deshizo las muchas imágenes viejas de Dios que llevábamos, permitiéndonos levantarnos de entre los muertos, pasando del Dios de los muertos al Dios vivo que afirma:”Mirad, lo hago todo nuevo”.

Bert Hellinger 2011